SIRIA, LA REVOLUCIÓN IMPOSIBLE
Aparece en español una recopilación de los textos que Yassin Al-Haj ha ido publicando sobre la insurrección en Siria desde que esta se inició el 15 de marzo de 2011. Aunque poco conocido aún en España, Yassin Al-Haj es uno de los intelectuales más relevantes de los disidentes sirios. «El mensaje que este libro pretende transmitir es que en Siria hay una sociedad, que el país no es un cajón sin estructura interna, que los sirios tienen rostros, ojos, rasgos, nombres, una trayectoria vital y una historia; que existen una población, una situación de pobreza y unas demandas políticas; y que tenemos una historia de lucha por ser dueños de la política y de nuestro propio país. El pensamiento geopolítico que habla de capitales, presidentes, posiciones geográficas, guerras y países soberanos no menciona nada importante sobre nuestra vida y nuestra libertad, pero sí dice mucho sobre nuestro aplastamiento y humillación. La geopolítica no explica la realidad en Siria; por el contrario, la estructura de Siria, como Estado y sociedad, en el marco histórico del medio siglo de gobierno de la familia asadiana, sirve para arrojar luz sobre las realidades de Oriente Medio, basadas en el hecho de que los Estados locales despojan a la población de la política y la autodeterminación, y a los propios Estados de la soberanía en el ámbito internacional (muestran una cara soberana hacia el interior, el rostro de la eterna excepción, mortífero, y una cara política solo hacia el exterior poderoso). El cierre del escenario interior en Siria y el uso de campañas disciplinarias similares a las coloniales, son otros de los factores que han privado a los países de Oriente Medio de un interior social y político vivo, y por tanto, los han hecho rebelarse contra la democracia. »Esto no es resultado de la religión y la cultura, como aduce el discurso que, junto con la geopolítica, se usa para explicar la región, y que no es otro que el culturalista que no deja de hablar del islam, el fundamentalismo, las sectas, los chiíes, los suníes, la «mentalidad árabe», la «civilización islámica» y demás basura esencialista y racista. No es nuestra identidad cultural la que determina nuestra realidad histórica, sino que esta realidad es la que determina nuestra identidad histórica, hablando en lenguaje marxista, centrándonos en la mirada en la base social y económica de la población, y no en algo etéreo, como si fuéramos globos de helio. Nuestros países no son excepciones a la democracia porque seamos musulmanes, sino porque la condición colonial, contraria esencialmente a la democracia, sigue estando presente, gracias al apoyo occidental ciego a un Estado racista colonial como Israel, que trata el territorio a su alrededor como un coto de caza al que tiene derecho a acceder y no deja de exterminar a los palestinos políticamente. También se debe al hecho de que las reservas mundiales de petróleo se encuentran en países dominados por clanes familiares y con una población escasa, que han sido parte del sistema de seguridad nacional estadounidense desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta muy recientemente. La excepción a la democracia es lo que ha hecho que nuestros países sean islámicos, y no al contrario. Con esto me refiero a aquello que ha hecho que el islam se convierta en una ideología política y umbral de pobreza política. El Estado asadiano, que se basa esencialmente en la palestinización de los sirios, es la prolongación estructural de Israel en Oriente Medio, y no su enemigo, salvo en el plano de la retórica ideológica barata».
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